Cinco momentos de tu vida en los que te planteas dejar de emprender (¿fracaso?)
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Hace poco te hablábamos por aquí de un tema relevante para cualquier persona que monte un proyecto empresarial: los cinco momentos de tu vida en los que te planteas emprender.
Sin embargo, no siempre es todo tan bonito. Y sí, al igual que hay unos momentos que te empujan a emprender… también hay otros que te ayudan a comprender que el fracaso es parte de un éxito posterior: ‘hacer las maletas’ y encarar un rumbo distinto a veces es lo que necesitas, quizás de una manera temporal, aunque sea solo para retomar fuerzas. Son algunos de los siguientes:
1.- LAS COSAS NO FUNCIONAN
Cuando montas una startup, las probabilidades de que te la pegues son altas. Demasiado altas, por desgracia. Los ingresos no llegan, los clientes tampoco, los usuarios empiezan a abandonarte, el modelo no acaba de estar claro…
Y claro, cuando se juntan varios de estos ingredientes, llega la pregunta más temida: ¿y si lo dejo? ¿Y si abandono? ¿Y si, en vez de empeñarme en intentar solucionar lo insolucionable, acepto que las cosas han salido mal, recojo las cosas y cierro la puerta al salir?
Puede ser una decisión dura, y evidentemente tendrás que sopesar los pros y los contras, pero una cosa está clara: cuando las cosas van mal, el fantasma de abandonar el emprendimiento empieza a asomar.
2.- CUANDO TE QUEDAS SIN DINERO
Emprender no sólo es muy difícil, sino que también es (muy) caro. Y es que son muchas las ocasiones en las que el emprendedor, para empezar, ni siquiera se pone un sueldo al que poder agarrarse, con lo que tiene que vivir de sus ahorros anteriores, de su familia, de su pareja, etc.
Pero con este punto no nos referimos a cuando te quedas sin dinero tú (en ese caso, claro que te recomendamos dejar de emprender al 100%), sino a cuando lo empieza a hacer tu empresa. Esos momentos en los que no sólo ves que la cuenta de gastos no para de aumentar y la de ingresos no te da casi alegrías, sino que además te das cuenta de que en la caja financiera de la compañía empiezan a asomar algunas telarañas.
Si te ocurre algo así, siempre podrás intentar levantar una nueva ronda de financiación, pero su éxito (o no) acabará dependiendo de muchas cosas: el número de rondas que ya lleves, el porcentaje que puedas ceder, la visión que tengan tus actuales inversores, el interés (o no) de los potenciales, el modelo de crecimiento de tu compañía (¿lento o explosivo?)… Y si no consigues levantarla… igual es el momento de abandonar.
3.- CUANDO TE SALE UN (BUEN) EMPLEO
Sí, emprender es maravilloso y todo lo que tú quieras. Y, cuando nos ponemos a ello, todos proclamamos esas frases (algunas un poco estúpidas, por cierto) que nos encanta soltar: que si somos héroes, que si hay que abandonar la zona de confort, que si qué cómodos están los que tienen una nómina a final de mes…
Pero, ay, amigo, ¿y si te llega una de esas ofertas de empleo imposibles de rechazar? Porque sí, emprender es fantastiquísimo, pero entre el estrés mental, la incertidumbre (tanto empresarial como económica), las noches sin dormir… Además, si en tu trayectoria como emprendedor has destacado medianamente, igual una gran empresa se ha fijado en ti y piensa que serías idóneo para esa nueva línea de negocio que acaban de lanzar… entonces, ¿qué haces?
Si tu startup va bien, la respuesta está clara: sigues emprendiendo. Pero, ¿y si la cosa no va tan bien como esperabas? ¿Quién es el guapo que se atreve a rechazar tajantemente una oferta tan atractiva como tranquilizadora?
Cinco momentos de tu vida en los que te planteas emprender
4.- CUANDO VENDES LA EMPRESA
Imagínate que tu aventura emprendedora ha ido bien. Muy bien. Escandalosamente bien. Tanto, que incluso ha llegado un gigante, ha puesto un cheque encima de la mesa y lo has cogido.
En ese momento se te plantean varias opciones:
- Irte a la playa y olvidarte hasta de tu nombre. Créenos, nadie te lo va a echar en cara. Incluso aunque olvides hasta cómo se enciende un ordenador.
- Ponerte a invertir. Una de las opciones más probables, sobre todo si el cheque ha sido abundante.
- Emprender de nuevo. Caray, tú sí que vales para esto, ¿eh?
- Trabajar para otros. Quizá al principio no sea lo más atractivo, pero oye, después de haber sufrido tanto, igual está bien seguir ganando dinero con una menor carga de estrés, ¿no?
Eso en caso de que tu startup haya ido genial y acabes vendiendo por una gran suma, pero sabes que ese no es el único escenario posible de venta, ¿verdad?
Porque a veces lo que pasa es bien distinto: has construido una buena empresa, un modelo sólido… pero los éxitos van a tardar en llegar. Es entonces cuando te aparece un potencial comprador y no te ofrece una suma como para jubilarte, pero, al menos, sí para quitarte de encima tu proyecto y dejar que sea otro el que, con más recursos, dirija la nave el tiempo suficiente para sacar todo el potencial posible.
5.- CUANDO TU FAMILIA ‘TE LO PIDE’
A menos que seas soltero/a y vivas solo/a (en cuyo caso, reconócelo, nos estás leyendo en pijama), seguro que ya sabes que esto de emprender no es cosa de uno. Como poco, es cosa de dos: tu pareja y tú. Y si además tienes hijos, ya ni te cuento.
Y claro, a medida que entran más elementos en la ecuación, puede que alguno de ellos ‘demande’ que abandones (aunque sea de manera temporal) tu aventura emprendedora y trabajes de manera más estable. Porque de esto se habla muy poco, pero conciliar la familia con el emprendimiento puede ser lo más sencillo del mundo (porque decides tus propios horarios) o la cosa más complicada de la Tierra (porque trabajas como un animal).
Pero no sólo puede darse esa situación,¿eh? Puede haber muchas otras: que tu pareja se quede en paro, que tu familia aumente y necesitéis más ingresos, que queráis hacer algún tipo de inversión…
Y quizá sea entonces cuando recuerdes el día en que aquella gran empresa te ofreció insistentemente un bonito empleo por cuenta ajena. Y quizá sea ese el momento… en que decidas aceptarlo.
Foto: Patrick Marioné (Licencia CC).