Todo lo que debe saber un inversor sobre regulación antes de apostar por el ‘fintech’

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El sector financiero sigue viviendo una revolución impulsada por aquellas startups que pretenden hacer de la tecnología el motor que renueve algo tan tradicional como el mundo de la banca. El fintech continúa creciendo como la espuma: solo en España hay más de un centenar de proyectos que ya han logrado recaudar más de 200 millones de euros de inversión.

Sin embargo, la falta de regulación de este reciente mercado genera ya cierta inquietud entre los emprendedores. No en vano, mientras cualquier nueva industria tiene motivos para temer que un exceso de normativas ahogue sus primeros pasos (es el caso, por ejemplo, de Uber y otras plataformas basadas en la economía colaborativa que podrían perder mucho si los gobiernos deciden organizar su actividad con una legislación que les resulte desfavorable), la situación del fintech es bien distinta: al necesitar de la plena confianza de los usuarios, nada mejor que una regulación clara y completa para que el sector logre despegar.

Así, en estos primeros compases del fintech, la creación de un ecosistema seguro para los consumidores es mucho más importante que el hecho de que la regulación haga las veces de barrera de entrada a los nuevos actores del sector. Y precisamente es lo que ha hecho que el Reino Unido sea considerado por la financiera Ernst & Young como el mejor país para el fintech: una regulación temprana que ha permitido que las startups establecidas allí sean competitivas desde un primer momento.

Ahora, la tormenta del brexit también amenaza con afectar a todos esos proyectos de fintech instalados en territorio británico: si hasta el momento el Reino Unido era el nido perfecto desde el que iniciar la conquista continental, su salida de la Unión Europea podría dejar a estos proyectos aislados. Urge encontrar un lugar mejor dentro del territorio comunitario.

La situación europea

Coincidiendo con esta necesidad del sector y motivada en parte por la crisis financiera de los últimos años, la Unión Europea ha regulado ya muy distintas actividades vinculadas al fintech, situándose como una alternativa viable tras el brexit. Los 28 estados miembros (incluyendo, por ahora, el Reino Unido) ya cuentan con una normativa comunitaria para luchar contra el lavado de dinero y estandarizar los pagos electrónicos (a través de la conocida como Directiva SEPA).

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Foto: Pixabay

Si esta regulación ya permite que los proyectos de fintech avancen en la Unión Europea, aún más clave resulta la Directiva PSD2, creada para estandarizar los pagos móviles y que, además, obliga a los bancos europeos a abrir su infraestructura a los conocidos como proveedores de servicios de pago terceros, lo que incluye a todas estas startups que luchan por hacerse un hueco en el mundo del fintech.

Si hasta ahora cada nueva plataforma debía negociar con los distintos bancos para acceder a sus datos y sus servicios, la nueva normativa europea obliga a las compañías tradicionales a abrirle la puerta a todos los que lo necesiten para desarrollar su producto. De esta forma, se cubren las necesidades del fintech y hace posible que se desarrollen nuevos servicios con los que las startups pueden hacer de intermediarias entre las propias instituciones financieras tradicionales y los usuarios.

Por si fuera poco, antes de noviembre 2018 deberá haberse adoptado en todo el territorio comunitario la Directiva B2G que regula la facturación electrónica. En definitiva, todos estos estándares europeos permitirían que las empresas del fintech crezcan más rápido y puedan conectar e interactuar entre sí de forma eficaz.

Con estos movimientos regulatorios, la Unión Europea ha logrado erigirse como uno de los territorios más fértiles para el fintech. Tanto es así que las firmas de capital riesgo europeas respaldaron este sector el pasado año con una inversión de cerca de 1.5000 millones de euros.

Falta de flexibilidad

No obstante, la Unión Europea aún tiene ante sí todo un reto. Si bien la decisión de los ciudadanos británicos de abandonar el grupo comunitario podría suponer un impulso a la llegada de proyectos de fintech a los otros 27 estados miembros, la regulación británica y su flexibilidad siguen siendo un ejemplo a seguir. Mientras tanto, la Unión Europea corre el riesgo de terminar organizando el sector con un exceso de burocracia. Tanto es así que, según un informe de PwC, el 86 % de los CEOs de compañías de fintech se muestran preocupados por el impacto que podría tener una regulación excesiva.

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Foto: Pixabay

Además, todas esas directivas europeas que hacen del territorio comunitario un caldo de cultivo perfecto para que el sector fintech se sienta cómodo e innove tiene un claro inconveniente: a pesar de afectar a un mundo tremendamente cambiante, no se aplican de forma inmediata en todos los estados miembros. Sin ir más lejos, la estandarización de pagos móviles aprobada el pasado mes de enero se irá poniendo en marcha en todos los países en un plazo de dos años.

Esta demora hace que, a la hora de la verdad, la regulación para las nuevas empresas dedicadas a innovar en el sector financiero no sea homogénea. Además, en cada país puede aplicarse luego con distintos matices, lo que hace que el panorama sea, en realidad, algo inestable.

¿Y en España?

Esa flexibilidad que caracteriza a la regulación británica también brilla por su ausencia en territorio español. Tanto es así que la actual situación del sector ha dado lugar a la creación de la Asociación Española de Fintech e Insurtech, que agrupa a emprendedores e inversores. Mientras esta institución augura que el 2016 terminará con unas 200 startups patrias dedicadas al fintech, también denuncia que “en nuestro país estas empresas se encuentran todavía con un entorno legislativo insuficiente”.

Así, desde la asociación explican que, si bien la regulación del fintech ha avanzado algo en España, aún está lejos de lo que el sector necesita. Tanto inversores como emprendedores deben tener en cuenta que, mientras el crowdfunding, por ejemplo, está regulado, “todavía hay grandes lagunas en la regulación general del sector y grandes diferencias en materia regulatoria entre unas actividades y otras respectos a otros países de nuestro entorno”.

Por ello, la propia asociación prepara el Libro Blanco del Fintech en España, que se publicará a lo largo de este último trimestre de 2016 y con el que pretenden advertir a las administraciones de las características especiales de un sector que tiene una clara reivindicación, que no es otra que operar bajo las mismas condiciones que las compañías financieras tradicionales.

Todo, con el objetivo de “responder a las necesidades de unos clientes del siglo XXI que demandan otra forma de actuar a los servicios financieros: más transparente, ágil y próxima”. Y que el brexit no pille a nadie por sorpresa. El fintech avanza con fuerza en España, sí, pero los que decidan lanzarse a invertir en este sector deben estar prevenidos: la regulación del sector en el país aún está incompleta.

Foto: Tech in Asia

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